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Porque se Desarrollan las Personas Tóxicas
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El ser humano llega al mundo con características inherentes que lo convierten en un ser único e irrepetible. Por ejemplo, prevalecimos entre 100 y 500 millones de espermatozoides, es decir, que desde el comienzo de nuestra existencia somos competitivos.
Otra característica sensacional es que desde que nos encontramos en el vientre de nuestra madre, de forma inherente comenzamos a sonreír, lo que es una de las expresiones más enriquecedoras para todo ser humano, con grandes beneficios como la liberación de neurotransmisores o endorfinas que nos permiten elevar nuestra energía, felicidad y confianza; es decir, ser competitivos y sonreír, entre otras conductas, es parte esencial e integral de nuestro ADN y potencial humano.
Por otro lado, nuestra mente comienza a percibir el mundo exterior desde que se encuentra en el vientre de mamá. Ahí iniciamos el fascinante proceso de aprendizaje, capacidad que se potencializa a un nivel inconcebible al momento del nacimiento; los estímulos comienzan a bombardearnos como si fueran una gran tormenta, y éstos comienzan a interactuar a través de nuestros sentidos: vista, oído, olfato, gusto y tacto.
Si pudiéramos hacer un comparativo entre los estímulos del exterior y lo que éstos provocan en cada terminación nerviosa de nuestro cuerpo, un buen ejemplo sería la fiesta que se vive dentro de un antro a su máxima capacidad: imagínate la música, la gente bailando, platicando, interactuando unos con otros, ¡Wow!
Nuestra mente percibe millones de estímulos todos los días; se trata de un proceso indescriptible de aprendizaje. Una gran cantidad de factores intervienen en estos procesos, como la interacción con nuestros compañeros de deportes, los grandes momentos de sorpresas, el mismo trabajo en equipo, las experiencias de vida, la educación, la familia, así como múltiples medios tecnológicos como el internet, la radio, la televisión, entre otros.
¿Te imaginas esa grandeza entre mente y cuerpo que te identifican como un ser único e irrepetible?
Ahora bien, conceptualizar lo que ocurre por medio de estos estímulos y que éstos los van transformando en aprendizajes es el punto central de este artículo. Hoy en día los estudios acerca de la manera en que aprendemos han dado pasos sorprendentes. Cada vez escuchamos más acerca de las neurociencias, las cuales estudian los procesos cognitivos y de aprendizaje del ser humano enfocándose en el lenguaje, la memoria, la atención, y en general, en los procesos del desarrollo cerebral, los cuales están vinculados a talentos, habilidades y capacidades, tanto desarrolladas como aprendidas en diferentes planos de la vida (social, emocional, físico, profesional, espiritual, etc.).
Partiendo de estas premisas podemos dimensionar cómo es que una persona, desde que nace, comienza a aprender valores y principios, partiendo del núcleo familiar y seguido por el entorno social; así nos empiezan a decir que seamos respetuosos, honestos, educados, amables, honrados, es decir, un sistema que nos permita vivir en armonía con los demás.
Este escenario nos habla de un individuo que probablemente se desenvolvió en un ambiente nutricio e integrado por conductas sanas que le permitieron incorporar aprendizajes orientados a la construcción de buenas relaciones y actitudes mentales positivas, así como la capacidad de establecer metas y objetivos que pinten un futuro placentero y feliz.
Infortunadamente, también tenemos la otra cara de la moneda, la cual en la actualidad parece predominar. Hablamos de las personas tóxicas, aquellas que presentan las siguientes características: se quejan de todo, asumen el rol de víctima, son envidiosas y celosas, les encanta criticar, condenar y juzgar a los demás, ven al mundo con creencias y paradigmas negativos impidiéndoles avanzar hacia una vida productiva; se la pasan hablando con los demás de sus problemas.
¡Seguramente ya te intoxicaste solo de leer estos rasgos!, pero esa es la realidad de este tipo de personas que viven con una visión negativa del mundo que los rodea; sin embargo, es importante entender que este tipo de conductas no son inherentes al ser humano. Recuerda que venimos al mundo como seres competitivos, capaces de soñar y perseguir nuestros anhelos desde que somos pequeños.
La conducta tóxica definitivamente es aprendida. ¿Te imaginas a un recién nacido viviendo dentro de un ambiente completamente tóxico?
Si partimos del núcleo familiar (si es que a la persona le toco nacer en medio de una familia) donde el bebé experimenta gritos e insultos como: ¡Te odio!, ¡No sirves para nada!, ¡Para qué llegaste a mi vida, me la arruinaste!, ¡Ni sueñes!, ¡Cállate!, ¡NO! y así podemos seguir con frases que personas con estos aprendizajes previos depositan en un ser maravilloso con posibilidades extraordinarias de desarrollo humano.
¿Cuánto tiempo se necesita para que una persona escuche, viva y sienta este tipo de estímulos, antes de que se intoxique y se convierta en uno de ellos?, y solo hemos hablado del núcleo familiar. También están la escuela, el medio ambiente, las experiencias de vida, entre otros factores que determinan la personalidad e identidad de una persona.
Seguramente estas palabras te han permitido reconocer el lado obscuro detrás de una persona tóxica, que al final del día, es un ser humano como tú y como yo, pero que infortunadamente le tocó vivir experiencias que él no eligió, ya que no son parte de nuestra genética humana.
Detrás de cada persona tóxica hay una historia de terror y lo que más necesita este ser humano es experimentar todo lo contrario a lo que ha vivido, es decir, sentirse aceptado por los demás, experimentar lo que es el amor, la bondad, la comprensión, el reconocimiento, el afecto, esas expresiones de afecto que nos reconfortan y nos hacen sentir únicos.
La energía de este tipo de personas es muy básica, sus frecuencias vibratorias son muy pobres; lo que necesitan es edificar nuevas energías vibratorias que poco a poco les permitan desconfigurar esos aprendizajes tóxicos, cambiar el ‘chip’ y reconfigurar sus creencias, crear nuevos paradigmas y otra forma de ver al mundo, como probablemente lo vemos tú y yo.
En conclusión, una de las más fascinantes características del ser humano es que contamos con un código genético inherente, y cuando nuestra genética es tocada por vivencias de alto impacto, es ahí donde aplica la frase de que “nos cayó el 20”, y entonces podemos experimentar nuestra grandeza, potenciar nuestra mejor versión y cambiar nuestra vida para siempre; pero para eso esas personas necesitan rodearse de gente con el gusto por servir a los demás. Empatía es ser capaces de quitarnos nuestros zapatos y ponernos en los de la otra persona. Solo así alcanzaremos a entender la grandeza que vive escondida detrás de la toxicidad del ser humano que está frente a nosotros.
Por: Omar Cortés